Gastronomía de Madrid: tradiciones muy arraigadas y cocina de fusión nacional e internacional

Madrid capital sigue manteniendo en la memoria ancestral de sus calles el olor a fritura: a churros y porras de buena mañana, a pincho de tortilla, patatas bravas y bocadillo de calamares al mediodía, y por la tarde y la noche a raciones de calamares a la romana y chopitos.

Madrid sigue siendo tasca, bareto y taberna. Esa es la ciudad actual: gastronomía de fusión todavía apegada en la memoria colectiva a las tradiciones más preciadas de sus abuelos y bisabuelas.

Pero Madrid es más que Madrid, es, nada más y nada menos, que toda una comunidad de localidades rurales y de ciudades con mucha historia, porte y distinción: Alcalá de Henares, Aranjuez, El Escorial...

Madrid es mucho más que Madrid: las aceitunas de Campo Real, las almendras de Alcalá de Henares, los judiones de La Granja, las bellotas de El Pardo, las uvas de Villa del Prado, las fresas de Aranjuez y los melones de Villaconejos.

Madrid sabe a casquería: callos, criadillas, gallinejas, entesijos y zarajos.

Entre sus especialidades más típicas podemos mencionar: gambas (a la plancha, al ajillo y en gabardina), el bacalao en salazón, el besugo a la madrileña y las sardinas a la plancha.

Madrid es cuna de la tapa y del tapeo. De la oreja a la plancha. De los soldaditos de Pavía (trozos de bacalao rebozados). De las croquetas. Y de los huevos rotos y estrellados.

Madrid también sabe a dulce: rosquillas tontas y listas, huesos de santo, buñuelos de viento, torrijas de Semana Santa, roscones de Reyes, barquillos y tejas.

En suma, Madrid, tierra de emigrantes, sabe y huele a España entera.